Universidad y familia – 1ra edición (Edición en Español)eBook
Hernando Ortiz de Hinojosay la construcción de un linaje, siglos XVI… al XX

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Las universidades de la monarquía hispánica, en la época moderna, adquirieron un peso notable en la construcción del naciente aparato burocrático. Los reyes católicos demostraron una notable agudeza política -que hoy puede parecernos elemental- al demandar, primero, que los funcionarios de la monarquía validaran sus títulos universitarios; y, segundo, que los nuevos miembros del aparato burocrático hubieran pasado varios años estudiando en los Estudios Generales. Con estas disposiciones queda claro que en las últimas décadas del siglo XV no era una realidad tácita que los miembros de las secretarías, de los consejos y de los tribunales del reino tuvieran una educación universitaria. En cambio, para el siglo XVI, es un hecho que la obligatoriedad de esta formación, plasmada en la real cédula de 1493, estableció una relación cuasiorgánica entre universidades y administración real.
Numerosos historiadores han dado cuenta de este proceso histórico. Los estudios renovadores son, sin duda, los libros de Mariano y José Luis Peset, La universidad española (siglos XVIII y XIX). Despotismo ilustrado y revolución liberal, y de Richard Kagan, Universidad y sociedad en la España moderna. Tras ellos se multiplicaron las historias de universidades particulares, si bien ha sido Mariano Peset quien más ha impulsado la articulación de una comunidad de historiadores de las universidades hispánicas, mediante los «Congresos Internacionales de Historia de las Universidades Hispánicas», cuyo primer volumen vio la luz en 1987. Desde entonces y hasta la fecha se han celebrado 12 reuniones. En este periodo destacan -me atrevo a decir- tres equipos de trabajo, uno en Valencia, otro en Salamanca y uno más en México. Cada uno de estos grupos ha producido, en los últimos 25 años, más de 30 volúmenes científicos sobre historia de las universidades, además de un sinnúmero de tesis y de artículos; y, si añadimos al grupo de Madrid, más reciente, podemos encontrar cuatro colecciones editoriales consolidadas: «La Real Universidad de México. Estudios y Textos», la más antigua, editada por la UNAM; así como «Cinc Segles», de la Universidad de Valencia; la «Miscelánea Alfonso IX», de la Universidad de Salamanca, y los «Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija», de la Universidad Carlos III, de Madrid. Además de estos grupos
de investigación y líneas editoriales -insisto- la mayoría de las univer-sidades hispánicas peninsulares del periodo moderno cuenta con una bibliografía reciente y renovada. Del lado latinoamericano, con excepción de México, la comunidad de historiadores de las universidades de la época moderna o colonial necesita crecer todavía.
El esfuerzo realizado, sin embargo, sólo revela el tamaño de nuestras necesidades de investigación actuales, de nuestros retos. Para el caso mexicano tenemos alguna idea de la organización institucional de la universidad en el siglo XVI, alguna idea de la composición del profesorado en el siglo XVI y de etapas y áreas del XVII y XVIII, también cierto conocimiento de los estudiantes y graduados, en especial, de los siglos XVI y XVIII; contamos con algún estudio fragmentario de las finanzas; y, gracias a nuestros compañeros filósofos y filólogos, sabemos algo de la enseñanza de la filosofía, así como de la gramática y la retórica. Nuestro conocimiento de la enseñanza del derecho y de la medicina, a pesar del trabajo realizado por los historiadores de la medicina, es todavía reducido. Y, si reparamos en las relaciones de la universidad con las instituciones virreinales, tenemos algunos estudios que conectan la universidad con la iglesia secular, con las órdenes religiosas, con la audiencia y apenas tenemos información de los vínculos de la universidad con los colegios, con la inquisición, con el protomedicato o con el ayuntamiento de la ciudad.

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